Habitamos un mundo naturalmente complejo, y los humanos lo hemos rediseñado de forma bastante más compleja aún. Y en un mundo complejo, los problemas casi nunca tienen soluciones simples, pero las soluciones simples son atrayentes, seductoras y fáciles de entender para nuestro precario sentido común. Por eso resulta tremendamente peligrosa la defensa a ultranza y visceral de medidas claras, concretas y aparentemente obvias para resolver necesidades y limitaciones en cualquier aspecto de la vida. A la mente humana le gusta hacerse todo tipo de preguntas pero, en general, sobre todo le encanta creer tener las respuestas. Existe un afán mayor que el de entender, y es el afán por creer entender, por la sensación de entendimiento. La mente humana está diseñada para creer entender, para categorizar, simplificar y ser rápidamente resolutiva. La búsqueda de seguridad psicológica y de una sensación de control, sea real o inventado, es una necesidad básica que subyace detrás de todo esto.

En el ámbito del conocimiento psicológico esto se manifiesta en hechos como la especial atracción y hasta entusiasmo que producen, de manera mayoritaria, los modelos de explicación y de supuesta terapia más simples, sesgados y acientíficos. Cuatro ideas seductoras fáciles de entender y empaquetadas de manera atractiva pueden ser suficientes para el éxito. Y generalmente no solo pueden ser inútiles, sino hasta peligrosas para la adecuada transformación personal. Esto suele ser cierto tanto para el éxito de los libros como para el de cualquier postulado ideológico o religioso, o para el éxito de los mensajes que lanzan nuestros líderes. De ahí, en parte, la atracción de tantas pseudo-teorías, de tantas pseudo-terapias, de tanto pseudo-conocimiento y de tantos pseudo-líderes. Las explicaciones más matizadas, verdaderamente profundas y ajustadas a la realidad conocida son por ello, tristemente, apetecibles sólo para una minoría. Dan demasiado trabajo.

No es que la mayoría sea tonta, sino que debemos admitir que la mayoría es simple. Nuestra biología y nuestra psicología no están en general evolucionadas y preparadas para tomar en cuenta tantas cosas y tantas interacciones como, en tan poco tiempo, se ha hecho necesario apreciar. Así está construida nuestra máquina.