Llevo muchos años dedicándome a la clínica de adultos, y suelo decir que es a través del adulto de hoy cómo mejor puedo conocer los efectos de ciertas vivencias sobre el niño de ayer. Quiero destacar, en este sentido, dos características especialmente importantes que muestran todos los niños, tanto más cuanto más pequeños son, y que los hacen particularmente sensibles para forjar experiencias traumáticas que programarán su presente y su futuro:
Los niños son muy literales para interpretar y entender los mensajes que reciben, pues no distinguen bien lo real de lo imaginado, las dobles intenciones, la ironía, lo que se dice por decir…. Les cuentas que existe Papá Noel y los Reyes Magos y se lo creen, les dices que por la noche va a venir el ratoncito Pérez y se lo creen. Y también lo creen cuando les dices que si no se comportan de cierto modo vas a dejar de quererlos, que si hacen tal cosa les vas a hacer la maleta y ponerlos en la calle, que te vas a ir un día y dejarlos solos, que son un desastre o que te amargan la vida, que no vale para esto o lo otro, que es tonto… Ojo al dato, porque este tipo de salidas de tiesto tan habituales y poco pensadas en muchos adultos son, para los niños, verdaderos puñales que van conformado su autoestima y su personalidad.
La segunda gran característica es que tienden a ser muy autorreferenciales y egocéntricos, para bien y para mal. ¿Recuerdan ese tipo de sensación sobre que si uno no pisa bien las losas o no hace cierta cosa pueden ocurrir algunas desgracias, como si uno tuviera tanto poder e influencia? Pues si el niño no recibe adecuada atención, cariño y protección no van a pensar que sus padres simplemente andan estresados y despistados, o que no están bien de la cabeza y él lo paga, o que no saben hacer las cosas mejor, sino que él no ha de ser lo bastante querible y digno de atención, que debe ser un estorbo, que lo cuidan porque quizá no tienen más remedio, pero que es en gran medida una carga. Si sus padres pelean o se muestran distantes entre ellos será tal vez porque él supone una fuente de discusión, si intuye que puede avecinarse una separación entre ellos se agobia por qué será de él y cuán víctima será de ese abandono…
La cuestión es que no importa mucho que en años posteriores uno pueda reinterpretar intelectualmente esas experiencias pasadas y verlas de otro modo, porque la memoria emocional de las heridas suele permanecer en gran medida en su armario inconsciente, y condicionar toda su vida. Es entonces cuando el trabajo de psicoterapia tiene que ir dolorosamente a las entrañas.
¿Quieren hacer los mejores regalos posibles a sus hijos? Cuiden la empatía, la sensibilidad y la conciencia de sus actos y sus palabras. Difícilmente se puede ser padres equilibrados y conscientes si uno no se ocupa de ir convirtiéndose en una persona equilibrada y consciente, abordando y sanando las propias heridas.
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