Eran cantos de sirena y miel para los oídos,

no eran más que sueños implantados

para mantener los egos bien nutridos.

Pero aquí era el disidente un bicho raro

y el complaciente un bien nacido.

 

Era este mundo cuadriculado

en el que te obligan a tomar partido,

o si no te lo asignarán, y asumirán

quienes son o no tus amigos.

 

Eran batallas por todos lados,

la mayoría sin ningún sentido,

llenas de tantos quebrantos,

plagadas de orgullos heridos.

 

Eran prisas y anhelos vanos

alentando una vida de ruido,

simplificando lo que es complejo,

complicando lo que es sencillo.

 

Y después de tanto y tanto periplo

nos vemos aquí reunidos:

llenando a rebosar el camposanto

tras lamentar con ardor lo no vivido.