La naturaleza no diseña un talento para que no sea usado; por ello, cuando otorga una capacidad destacada a cualquier individuo, lo provee también de un instinto o motivación intrínseca para desplegarlo. Las aves no solo tienen la peculiar capacidad de volar, sino también la necesidad de hacerlo; los felinos no solo tienen grandes habilidades para la caza, sino también el instinto y la motivaión de cazar.
Esto mismo ocurre con las personas. Si un talento natural para la música como Mozart no hubiese tenido la posibilidad y facilidades para realizarse en tal sentido, a buen seguro habría crecido de manera triste, frustrada, vacía, incluso si hubiese estado rodeado de parabienes y podido ejercer un trabajo bien remunerado. Porque la necesidad natural de realización del talento, en su frustración, habría creado una vida mustia. Más que una conjetura, esto es algo que la experiencia psicoterapéutica constata de manera repetida.
Aunque la mayoría de las personas no poseen un talento innato tan destacado como el de Mozart, lo cierto es que todos nacemos dotados con algún o algunos talentos particulares más o menos destacados en el conjunto de nuestro ser, y cuanto mayor es esa dotación, también suele venir acompañada de una mayor motivación natural para ejercerla y desarrollarla. Pero en un modelo social donde la detección y realización del talento es algo completamente secundario, y donde prima la presión hacia las actividades más económicamente remuneradas o las más culturalmente prestigiadas, son infinidad las personas que crecen lejos del mínimo autoconocimiento, tan distanciados de su potencial como un pájaro enjaulado, y con ello, ignorantes de por qué, a pesar de tener vidas teóricamente agraciadas, sienten vacío, tristeza, permanente desazón y falta de sentido.
Los psicólogos constatamos que no hay otra solución para ellas que reconocer sus capacidades y motivaciones naturales, sacarlas del ostracismo en el que su mente condicionada las anquilosó, ponerlas en valor y entregarse a ellas, si no de un modo profesional, sí al menos otorgándoles un espacio importante en su vida.
Incluso cuando lo parece, la naturaleza nunca crea desperdicios; es nuestra mente artificialmente configurada la que no entiende y desperdicia la naturaleza.
Es así exactamente co me siento. No sé si tengo talento para algo , seguro que si, pero no lo encuentro, y me siento triste, perdida.
Gracias Pedro