Frente a esa idea mítica y simplista de que el conocimiento psicológico no es en esencia más que una cuestión de aplicar bien la lógica y el sentido común, se contrapone el hecho de que los humanos no somos seres lógicos, sino psicológicos, y resulta que la dinámica de lo “psico” se carga casi todo lo “lógico”.
Precisamente, las personas solemos esforzarnos en aplicar la lógica ordinaria y el sentido común para solucionar nuestros problemas emocionales y relacionales a cualquier escala, sin percatarnos de que es precisamente así como de forma tremendamente habitual fabricamos o nos mantenemos entrampados en esos problemas. El buen sentido común no necesariamente coincide con el buen sentido de la realidad, y esto es particularmente cierto si hablamos de nuestra realidad psíquica. Hay, como digo, una lógica ordinaria que responde a eso que llamamos sentido común y que, aunque es válida para muchas cosas resulta contraproducente para otras, como suele ocurrir en su aplicación a los sistemas complejos.
Esto genera errores bastante peligrosos tanto en la esfera individual (mitos que requerirían mucha explicación, como que hablar de los problemas ayuda; que si tienes dudas al decidir hay que pedir opiniones; que hay que evitar aquello que se teme; que ante la obsesividad negativa hay que intentar distraerse, pensar en otra cosa y confiar en positivo; que si nos cuesta mucho hacer algo simplemente hay que ponerle más fuerza de voluntad, etc.) como en la esfera social (mitos como que de la crisis se sale creando riqueza, que el mundo se divide en buenos y malos, que si existe un buen nivel de vida denota que las cosas van bien, etc.).
Y por supuesto, no hay una respuesta unívoca cierta a la cuestión de cómo solucionar los problemas emocionales. En un sistema siempre hay muchas vías de entrada posibles y diferentes palancas de cambio que es posible tocar para la reestructuración global del sistema. Según qué alteración, qué individuo, qué contexto o qué momento, puede existir una palanca diferente susceptible de provocar una reestructuración óptima o de una manera más efectiva. Es por ello que las recetas estándar y los grandes lemas generalistas no suelen ser buena idea, y más bien hay que investigar en cada caso cuáles son los factores que estructuran el problema, siempre sistémico, y derivar de ahí las estrategias de solución más apropiadas.
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