Uno de los motivos centrales por los que las personas quedan atrapadas en problemas psicológicos importantes, es porque nuestros instintos y “sentido común” para afrontar la resolución de los problemas quedan, a menudo, muy lejos de la comprensión real de cómo funciona esa resolución. Los distintos sesgos y tendencias que la mente humana ha desarrollado a lo largo de toda nuestra evolución son imperfectos “per se”, pero tal imperfección se multiplica en el mundo moderno, tan alejado de los escenarios en los que nuestra mente se diseñó. En el nuevo escenario de la modernidad, las estrategias de nuestra psicología se convierten en toda una colección de paradojas, de bucles o círculos viciosos a través de los cuales nuestros intentos de solución contribuyen de forma poderosa a la creación y empeoramiento de los problemas que pretenden resolver.

Y ahora que profundizamos aceleradamente en un colapso de la civilización que conocemos, me parece psico-lógicamente esperable la tendencia a que aumenten poderosamente esas soluciones instintivas y fallidas:

Ante la carencia, ante las expectativas penosas y ante la creciente necesidad por satisfacer necesidades básicas, se activa especialmente la actitud del “sálvese quien pueda” y la ley del más fuerte, y aumenta poderosamente el recelo, la animadversión y las actitudes violentas ante los “usurpadores”. Las tribus ideológicas o territoriales aumentan su cohesión para hacerse fuertes en el enfrentamiento con otras tribus ideológicas o territoriales. Se disparan los nacionalismos, los racismos y los ismos de todo tipo. Como resultado de todo ello es esperable que aumenten ampliamente los  egocentrismos, las desigualdades, las supuestas divisiones entre buenos y malos, entre culpables e inocentes… Se impone entonces la necesidad de hacer diagnósticos sencillos y «obvios» que nos indiquen qué hacer y contra qué luchar, así que las informaciones se sesgan -aun más- al gusto del consumidor o de los privilegiados que las controlan. El pensamiento cortoplacista, ante la urgente necesidad, tiende a potenciarse, y se favorecen los análisis simples, fáciles de visualizar y también cortoplacistas.

En definitiva, ante la carencia y la urgencia se potencian todos los mecanismos que, básicamente, nos han traído hasta esas situaciones de carencia y urgencia. Se trata de un gran bucle, un magno círculo vicioso. Y tímidamente pueden y suelen surgir, por ahí en medio, chispas de luz, algunas personas y grupos arrinconados que mantienen las luces largas, el músculo de la empatía y la compasión, el humilde anhelo de conocimiento, y la capacidad para pensar como especie, y aún más, para pensar como pequeños elementos de un gran planeta. Tal vez al paso del tiempo, en medio del sufrimiento, del humo y la debacle, como última opción la mente humana empieza a integrar un renacimiento, un volver a empezar hacia no se sabe dónde.

Pero la verdad solo es hija del tiempo.