Acorde a toda la exposición justificada y documentada ya expuesta en mi libro El Mundo Necesita Terapia (2013), y en multitud de otras obras de tan alto rigor científico como escasa divulgación, resulta tristemente llamativo que se perciba con tanta claridad el engaño cortoplacista y el fraude que conllevan los sistemas de economía piramidal (entre otros, por ejemplo, los destacados modelos de Fórum Filatélico y Afinsa) y que, sin embargo, persista una ceguera tan generalizada ante el hecho de que, habida cuenta de que estamos dentro de un marco geográfico finito (un sistema que sólo crece en el interior), la propia dinámica esencial de la economía capitalista a gran escala implica una estrategia piramidal en el consumo, en el gasto energético y en la deuda, que necesita de un crecimiento constante y perpetuo para no derrumbar por completo el sistema de vida creado, con el agravante de que este crecimiento se acelera de manera exponencial. Toda la estrategia del capitalismo consiste, “per se”, en una descomunal “burbuja” ecológica, en el sistema de producción-consumo y en el modelo de vida que implica, por lo cual resulta intrínseca, inevitable y dolorosamente caduco. Todo depende del nivel de aceleramiento que adquiere el desarrollo de este modelo económico, que ha sido extraordinariamente elevado a partir de que el petróleo surgió como fuente energética primordial.
El pinchazo de la Gran Burbuja (económica, ecológica, energética, de recursos primarios…), que contiene a las demás burbujitas que pinchan de vez en cuando, es de curso progresivo (son muy manifiestos ya los síntomas de ello, aunque las mentes racionalizadoras del “status quo” los llamen crisis “como las de toda la vida”), insidioso, monstruoso y, en un momento dado, tendente a adquirir una gran aceleración. Lo llamamos proceso hacia el colapso. Y, desde luego, la leve satisfacción egoica de poder decir “ya lo avisamos” no supone absolutamente ningún alivio para cualquier persona medianamente sensible al sufrimiento propio y ajeno.
El ilusionismo -que no optimismo- tecnológico de los futurólogos oficiales predice que la sociedad del futuro será fuertemente tecnológica y automatizada en sus procesos básicos. Lo que no sabe, o no se atreve a decir, es que esa tecnología será también de acceso profundamente selectivo en una sociedad cada vez más polarizada, despiadadamente competitiva, y preñada de miseria y carencias básicas.
Para quienes ahora traigan niños al mundo, y quieran pensar en cómo ofrecerles una vida medianamente digna y libre, es importante no denostar su formación tecnológica, pero aún más garantista será enseñarles a usar bien un pequeño huerto y unas gallinas, así como ciertas habilidades manuales y creativas de autosuficiencia en pequeñas comunidades rurales relativamente autogestionadas.
Porque lo catastrofista nunca es exponer los hechos, lo catastrófico es negarlos.
Posiblemente sea que por su tamaño y por estar inmersos desde siempre (desde siempre de nuestra vida…), en el sistema no seamos capaces de verlo en su magnitud.
Un abrazo
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