El histórico debate sobre si el ser humano es bueno o malo por naturaleza es un buen ejemplo de tantos otros debates existentes que se plantean mal desde la base, y que por ello resultan en eternos e irresolubles litigios. Se asume una premisa errónea y, desde ahí, se plantean las opciones, lo que además se hace generalmente de forma reduccionista y dicotómica. La propia pregunta de si el hombre es bueno por naturaleza da por asumido que la bondad o la maldad existen por naturaleza, cuando en realidad solo son juicios o conceptos culturales con definición difusa.

En la naturaleza solo existen las causas y los efectos, y lo que las personas albergamos son inevitables y variables grados de incapacidad para comprender y gestionar el alcance profundo de las relaciones de causalidad. El hombre es, en distinto grado, limitado e ignorante por naturaleza. ¿Cómo no generar entonces, en sí mismo y su alrededor, tanta satisfacción como sufrimiento?