Apelas a la responsabilidad, pero obediencia es lo que estás pidiendo.

Me dices que no te respeto, porque hago con mi vida lo que quiero.

Me acusas de no comprenderte si no te doy justificación ni consuelo.

 

Confundimos sentir convicción con que algo sea verdadero.

Nos atrae la emocionalidad mientras creemos estar aprendiendo.

Creemos guiarnos por el corazón, aunque en verdad sean las tripas dirigiendo.

 

Se aplauden los grandes logros, aunque se reduzcan a escaparates para el ego.

Te dicen “sé fiel a ti mismo”, ¡como si tuvieras sin más autoconocimiento!

Te instan a pelear por lo que quieres, presuponiendo que lo que quieres es bueno.

 

Se alienta a perseguir los sueños, pero no a dirimirlos despierto.

Se creen libertarios rebeldes, cuando solo cambian los objetos de su apego.

Al simple hecho de moverse lo llaman, sin más, progreso.

 

Pintamos un mundo sencillo aunque sea en verdad complejo,

confundimos lo evidente con lo aparente y lo simple con lo verdadero,

y compramos las explicaciones simples, aunque destrocen la verdad con sesgos.