En el campo de los problemas conductuales y emocionales, si dejamos que los pacientes sigan su lógica común y su impulso instintivo solo consiguen apañárselas muy bien para fortalecer, agravar y enquistar sus problemas. Por ejemplo, si he sufrido un ataque de ansiedad en cierta situación puedo tender naturalmente a evitar ese tipo de situaciones o a buscar en ellas ayuda y compañía, a estar vigilante a las sensaciones de mi cuerpo para controlar una posible nueva crisis, a hablar de mi miedo y buscar desahogo, a iniciar la toma de algún tranquilizante… Y todo este tipo de soluciones crean alivios cortoplacistas, pero empeoran la inseguridad, el miedo, la constricción de la libertad personal de movimientos y la ocurrencia de nuevas crisis. Ante esta evidencia, los pacientes suele concluir que deben buscar más ayuda, evitar más situaciones y tomar mayor dosis de tranquilizantes, y así siguen haciendo su pozo más grande. Las verdaderas soluciones ante las dificultades psicológicas pueden estar alejadas del sentido común, y requerir medidas incluso diametralmente opuestas, radicales en un sentido nuevo.
En el ámbito social y macrosocial, y en un marco temporal más amplio, ocurre en enorme medida algo similar. La incompetencia y la mediocridad intrínseca de las soluciones moderadas y progresistas aparentemente lógicas no resuelven las dificultades importantes de las personas más que de forma parcial, temporal y con otros efectos secundarios, y la insatisfacción creciente del gran paciente social lo acaba llevando a una extremista y desesperada vuelta de tuerca, a elegir medidas en una dirección que intensifica la mediocridad y la incompetencia resolutiva. Porque, en último término, todas las ocurrencias resolutivas siguen el mismo error de base, el mismo paradigma de pensamiento problemático. Es algo así como sentir que mi cristianismo moderado no resuelve mi insatisfacción vital, y radicalizarme entonces como evangelista o testigo de Jehová; o bien, pretendiendo virar 180 grados, convertirme al islam.
El verdadero cambio nunca consiste en más de lo mismo.
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