De manera casi imperceptible, hace un tiempo inmemorial empezó a emanar una gran red envolviendo el lugar en el que habitaban las personas. Aunque era una red prácticamente invisible, cada vez se fue haciendo más grande, con más nudos entretejiendo y forjando su resistencia.
Los hombres pensaban que esta red, que estaba fabricada con las mentes de sus constructores, les ayudaba a mantener su armonía y a protegerse de todo tipo de amenazas, tanto procedentes del exterior como del propio interior de la construcción, pues habían conseguido que fuese una red inteligente, con la capacidad de hipnotizar a los disidentes que pretendieran romperla de alguna forma, y de atrapar e inmovilizar a todos aquellos que no se dejasen hipnotizar.
Pero a medida que crecía, la red fue alcanzando vida propia, y su propia inteligencia se desarrolló más y más. Las personas seguían cuidando la calidad de sus cordajes y cosiendo nuevos nudos, con materiales, técnicas y formas cada vez más innovadoras, pero la red iba adquiriendo también su propia capacidad de mutar y regenerarse. Hubo entonces muchos momentos en los que amplios grupos de rebeldes decidieron unir sus fuerzas, pues no estaban de acuerdo con la forma en que la Gran Red, según decían, iba constriñendo las vidas de las personas y segando su libertad. “La Gran Red – pensaban – nos obliga a consumir a todos las mismas cosas, a seguir los mismos símbolos, a obedecer a los mismos líderes, a apoyar a las mismas organizaciones ideológicas. La Gran Red ya casi cubre nuestro cielo, y apenas nos deja ver las posibilidades del mundo exterior”. Así que estos grupos adquirieron la determinación de consumir otras cosas muy distintas a las que la gran red les ofrecía, de seguir sus propios símbolos, de decidir sus propios líderes y de crear sus propias organizaciones.
Pero subestimaban la gran capacidad de encantamiento de esta malla casi invisible y su astucia para mutar, adaptándose a las amenazas, incluso su capacidad para fortalecerse y extenderse aún con mayor amplitud cada vez que alguien pretendía romperla. Pues los rebeldes nunca se dieron cuenta de que seguían hipnotizados para creerse libres, mientras que la complejidad y grandiosidad de la Gran Red seguía fortaleciéndose cuando simplemente sobreconsumían, cuando seguían a algún símbolo y líder, y cuando apoyaban a cualquier organización ideológica”.
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