Cualquier explicación a los hechos de la experiencia humana que no tienda al equilibrio ha de resultar sospechosa, y tal vez por eso siempre me resultó llamativo que no suela mencionarse un reverso para el concepto de “machismo”. La explicación más probable es que ese reverso esté contenido y disfrazado dentro de la propia doctrina feminista y sus predicamentos. Si bien en teoría el feminismo alude a la defensa de la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, ese principio se va diluyendo peligrosamente a medida que aterrizamos en el feminismo extremo tal como se desarrolla y domina de hecho en nuestros días. La machacona alusión al machismo y al patriarcado como fuente de todos los males se basa en apariencias, no en evidencias, pues éstas requieren una observación global sin sesgos, sin mutilación de datos y sin interpretaciones tendenciosas de esos datos, todo lo cual impregna de manera burda la narrativa de género imperante, penetrando a modo de bucle tendencioso en las instituciones, en los medios de comunicación e incluso en el mundo académico. El resultado de todo ello es que los problemas ciertamente derivados del sexismo (roles diferentes y con distintas implicaciones por cuestión de sexo) se desdeñan para reducirlos a machismo, conduciendo así no solo a la creciente discriminación, deshumanización y demonización del varón, sino que de ese modo tampoco se aportan soluciones efectivas a los problemas muy reales de la mujer, en tanto que se desatienden sus auténticas causas. Si una solución no es buena para un sexo, tampoco puede serlo para el otro.
En palabras del historiador Daniel Jiménez: “Aceptar la narrativa de género actual constituye admitir que no es la adaptación al entorno ni una multiplicidad de factores históricos lo que explica la actitud de hombres y mujeres en el pasado –de una manera corresponsable–. Reducir todo a la maldad masculina, empleando inapropiadamente términos como patriarcado o machismo, supone afirmar la inferioridad moral del varón, lo cual además de incorrecto, constituye un peligroso punto de partida para quienes luchan por la igualdad”.
¿De verdad se considera defendible que la naturaleza del hombre es intrínsecamente más perversa y manipulativa que la de la mujer, y que un mundo gobernado esencialmente por las mujeres sería más justo y armonioso? ¿De verdad parece sensato creer que la psicología de la mujer es naturalmente más noble que la del hombre, y que históricamente éste discrimina y abusa de ella porque simplemente tiene una naturaleza dominante y abusiva? Tales afirmaciones ni son intuitivamente lógicas, ni hacen honor a los datos y a los hechos, ni denotan conocer casi nada acerca de la psicología de la mujer ni del ser humano en general. Una de las cosas que más me preocupan es que tantos psicólogos titulados se alíen con la ideología (ésta o cualquier otra), contaminando y desacreditando nuestra profesión. Pero cuestionar esta ideología ciertamente radical, en los tiempos que corren, es tan hereje y tan perseguido como cuestionar la existencia de Dios en plena edad media. Hasta dudar de la fe ya es pecado, y así la fe apuntala su preservación.
Así que según esta narrativa o perspectiva de género actual, los problemas de la mujer se deben al carácter opresor del hombre y lo son por razón de género, y los problemas del hombre se consideran, o bien problemas humanos universales, o efectos colaterales de su propio privilegio. Los problemas de la mujer son causados por el varón, y los del varón son causados por él mismo. Así que el varón no es sólo malvado, sino también estúpido. Por su parte, las medidas legales discriminatorias contra el hombre no se consideran tales, sino que se reinterpretan como una mera erosión de sus privilegios y un paso hacia la igualdad; o dicho de otro modo: se lo merecen.
Pero tal como señala D. Jiménez: “La narrativa de género no puede contestar satisfactoriamente a la ausencia de una revuelta armada femenina porque ignora dos factores fundamentales. Primero, que el menor estatus de la mujer ha tenido siempre como contrapartida una mayor protección, siendo más apropiado entender la relación entre hombres y mujeres como más próxima a la que existe entre padres e hijos que a la dialéctica entre explotador y explotado. Segundo, que aunque la autoridad solía detentarla el varón, las mujeres podían ejercer otras formas de poder que equilibraban las relaciones entre los sexos”.
El propósito de este breve artículo no es, obviamente, exponer una crítica exhaustiva y sólidamente argumentada al feminismo radical y perverso cada vez más institucionalizado e integrado en nuestras leyes, en nuestros medios de comunicación y en nuestra cultura, sino hacer la entrada a una presentación y recomendación: las 600 páginas en las que sí se encuentra la exposición más histórica y lógicamente documentada que es posible encontrar en la actualidad para cuestionar la narrativa de género, y para defender un modelo alternativo de comprensión y actuación acerca de los problemas asociados al sexismo. Quien esté honestamente interesado en someter a revisión sus creencias, y en acercarse a una visión más amplia y equilibrada de la realidad, tiene en “La deshumanización del varón. Pasado, presente y futuro del sexo masculino” (editorial Psimática, 2019), de Daniel Jiménez, una lectura obligada.
Desde luego el patriarcado suena raro mencionarlo hoy en dia, pero es un hecho de que nuestra sociedad esta basada en la diferenciación de roles y eso produce esta desigualdad, lo que tenemos que trabajar es para que el hombre, lo masculino, aprecie que lo femenino es tan importante para la sociedad como lo es la fuerza fisica, la agresividad, etc. Tambien el hecho de que estas cualidades ya no sean las mas importantes en nuestra sociedad le produce un vacio existencial al hombre, y por ello le toca al hombre de estas y futuras generaciones reescribirse y empoderarse como compañero. y eso no gusta…..
«Tenemos que trabajar es para que el hombre, lo masculino, aprecie que lo femenino es tan importante para la sociedad…», y viceversa.
Considero la buena intención del artículo en arrojar luz a la problemática y me parece interesante. Me gustaría leer el libro, pues creo que puede aportar puntos de vista enriquecedores. También entiendo que es necesario escuchar ambas partes e intentar no tensar los extremos y se pueda llegar a soluciones factibles. Y creo que hay que hacer un análisis exhaustivo de la realidad, no quedarse en la superficie. Sin embargo creo que hay datos aquí erróneos o que se generalizan. No me consta, que el feminismo en general (dentro de su gran amplitud, pues hay muchas ramas con distintos matices) mantenga que «la naturaleza del hombre es intrínsecamente más perversa y manipulativa que la de la mujer» y lo femenino no lo sea; creo que es un error de base, de entendimiento. No se trata de naturaleza (pues si fuera naturaleza, sería algo bastante inamovible), sino que alude a unas estructuras sociales mantenidas a lo largo de los años, donde se han impuesto roles muy fijos para ambos géneros (géneros tomados como binarios por la norma social), se ha castigado lo que salía fuera de esta norma de muchas maneras, se han defendido y alentado muchas actitudes diferenciales desde que las personas nacemos. De hecho creo que «lo natural» sería que esos roles, las expectativas con respecto a ambos géneros de ser y estar en el mundo no fueran así de rígidos. ¿Por qué, por poner un ejemplo, tantos hombres acuden a terapia porque no tienen herramientas expresar sus sentimientos, y de ahí derivan diversos síntomas y trastornos? Creo que es indispensable tomar el componente social de toda problemática individual.
El feminismo, en general, señala lo social de la problemática (y por tanto algo potencialmente modificable, lo cual me parece positivo), no lo «natural», intrínseco e inamovible (lo que me parece que aboca a un callejón sin salida, sin solución). Y el feminismo intenta analizar la realidad para aportar soluciones.
Ver calificado el feminismo como algo perverso me preocupa mucho. (Definición de perverso: Que obra con mucha maldad y lo hace conscientemente o disfrutando de ello). No creo que el feminismo real se lucre de esto, o disfrute de esto. Me parece terrorífico. Supongo que esto también es cuestión de revisar que es lo que falla en el discurso feminista para que se llegue a malinterpretar así.
En ninguna de sus variantes el feminismo afirma públicamente que la naturaleza del hombre es intrínsecamente más perversa y manipulativa que la de la mujer, pero el problema es que ello se deduce inevitablemente de sus premisas teóricas. Sólo algún cafre puede estar en desacuerdo con la búsqueda de igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, que en teoría en el propósito del feminismo, pero en tal búsqueda parte de una premisa errónea (en todas sus vertientes): que el hombre siempre ha disfrutado de una situación de privilegio y dominación sobre la mujer, en prácticamente todas las sociedades y lugares del mundo (lo cual sólo podría derivarse de su universal naturaleza abusiva y dominante). Esto es lo que resulta aparente pero no evidente, y es una premisa o marco teórico que proviene de datos sesgados y mal interpretados, por lo que no es capaz dar una explicación coherente al conjunto de los hechos, y por lo que al feminismo nunca ha estado dispuesto a renunciar a su terminología para acoger la de igualdad. Desde esta premisa, la búsqueda de la igualdad induce lógicamente a medidas discriminatorias contra el hombre, y no, como sería adecuado, a una corrección de los excesos y desequilibrios en los roles. Cuando se entiende que históricamente el hombre ha disfrutado de mayor estatus y autoridad en ciertos ámbitos, ciertamente, pero a cambio la mujer ha disfrutado de mayor seguridad y protección, y de mayor poder en otros ámbitos, los datos empiezan a encajar.
Pues yo encuentro difícil esa deducción, no creo que sea tan inevitable, si acaso, sería más bien una interpretación. Hay mucha investigación sobre cómo se desarrolla el patriarcado en las sociedades capitalistas, cómo se instrumentalizó la división de trabajo en la esfera de lo privado/público entre los géneros y cómo las mujeres que en épocas preindustriales tenían conocimientos y poder dentro de la sociedad eran perseguidas por brujas y ajusticiadas como manera de ejemplo y control social. Te recomiendo, si te interesa, leer a Silvia Federici, hace un análisis exhaustivo sobre el tema que creo que arroja bastante luz sobre esto. No se señala en esas teorías ninguna naturaleza, sino que se intenta esclarecer cómo se gestó esa estructura social y por qué. Que se señale la antiguedad histórica de esta división no quiere decir que sea natural. También es interesante leer investigaciones sobre el matriarcalismo vasco, al ser una de las regiones más tardíamente cristianizadas, por poner un ejemplo en nuestra península, y cómo fue cambiando con la entrada del cristianismo, entre otras cosas.
Hay antropólogas también como Margaret Mead (te recomiendo «Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas) que estudió diferentes sociedades indígenas de las que se deduce que hay muchas estructuras diferentes (tribus donde son las mujeres las que cazan y los hombres los que cuidan, por ejemplo) y de lo que se podría deducir que la división de roles no es algo natural, genético, sino un artefacto impuesto.
En cuanto a la seguridad y protección que dices, no me queda claro si entiendo bien a qué te refieres. Supongo que en el libro que reseñas se explicará mejor. Aún así, que se haya intentado equilibrar esa desventaja histórica de alguna manera no quiere decir que eso fuera liberador o positivo para la mujer; que las mujeres se adaptaran a esta condición no quiere decir que sea algo bueno per se, es importante ver que pasaba/pasa con quienes prueban a traspasar los límites de estas normas.
Conozco algunos de los textos que comentas, Laura. Y es que lo más importante ni siquiera es si la supuesta posición privilegiada del varón se considera natural o culturalmente establecida, sino el cuestionamiento de en qué medida es ciertamente privilegiada, en qué esferas y qué contrapartidas tiene. Los roles asociados al sexo, en cualquier caso, ofrecen ventajas y desventajas tanto al hombre como a la mujer, y supongo que compartimos que deben ser corregidos y ajustados para beneficio de todos. Lo que el libro sugerido plantea, de manera ampliamente documentada y justificada, es un modelo explicativo diferente al de la teoría feminista (y por tanto con consecuencias prácticas diferentes), que se ajusta de un modo más completo y coherente al conjunto de los hechos históricos y contemporáneos, muy buena parte de ellos tradicionalmente omitidos o sesgados.
Excelentes comentarios a un excelente artículo. Debemos promover este tipo de debates, de intercambio de puntos de vista tratando de entender y aceptar los puntos de vista diferentes a los nuestros, solo así iremos cerrando la brecha absurda y artificial que el feminismo radical pretende crear entre hombres y mujeres como seres incompatibles.
Creo que es un error asignar las desigualdades a los roles sexuales: las diferencias sexuales las ha generado una evolución natural de millones de años y no las va a eliminar ninguna ideología. La cuestión tiene que ver con el ejercicio del poder. Hay que estudiar cómo hombres y mujeres ejercen el poder, sin duda de manera diferencial: por naturaleza (no por cultura) las mujeres no recurren a la fuerza bruta para salirse con la suya, pero con frecuencia se salen con la suya, o sea que ejercen un poder muy eficaz precisamente porque no es explícito y tan visible como el estilo masculino de hacerse valer. Es crucial, como señala el artículo, abordar este estudio sin sesgos ideológicos, considerando todos los factores intervinientes. Por eso me pareció magnífico el abordaje histórico, mesurado y minucioso que hace Daniel Jiménez y por eso me congratulo de haber publicado su obra. Lejos de azuzar la polémica, arroja una luz que será útil para todos.
¿Ante la ausencia del opuesto al machismo, muy probablemente porque las mujeres no quieren reproducir el mismo problema y mucho menos a modo de venganza, se te ocurre que este ha de ser entonces el feminismo? Todo no tiene por qué tener un opuesto contrario o contradictorio para formar un sentido. Eso solo responde a una cierta esteuctura en el pensamiento producto de la forma en que nos educaron..
La supuesta premisa femenina de que el hombre es por naturaleza más perverso/manipulador, y por ende lo hace inferior moralmente y hasta estúpido, debe llevar al menos una referencia, porque jamás he leído eso en ninguna teoría feminista.
La aspiración feminista tampoco puede ser un mundo gobernado esencialmente por mujeres para hacer de este un lugar más justo y armonioso, si como tú mismo colocas (y no niegas aun cuando para ti se diluye) el feminismo alude a la defensa de la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres. Si se quiere igualdad entre hombres y muejres, ¿cómo es que se aspira a la vez (un contradictorio) total gobierno de uno de los sexos?
Lo más llamativo para mí de tu artículo: nuevamente las mujeres deben leer que un hombre les indique cuál es la dialéctica correcta a seguir, que no es la del explotador – explotado, sino la más apropiada aproximación de relación padres e hijos, como si las muejres son incapaces de observar aquello que les ha hecho sentir excluídas, como si el paternalismo propuesto fuese mejor, y como si la perspectiva padre – hijo no es entonces producto de la percepción de los hombres (el articulista, el autor del libro) sobre el problema, dejando una vez más de lado lo que las propias mujeres perciben del asunto, sobre lo que ellas mismas opinan y tienen que decir como protagonistas, como denunciantes de esto. ¡Vaya!