«Ninguna cultura es mejor que sus bosques» (W.H. Auden).

La cultura no es más que el sistema de hábitos, creaciones y artificios que históricamente va produciendo la mente humana. Me parece por tanto que la cultura está tremendamente sobrevalorada como algo intrínsecamente bueno, y no es el caso. Culturizarnos consiste básicamente en adoctrinarnos, en una instrucción que tiene un valor de amoldamiento y replicación, más que propiamente de adaptación. Lo que en esencia necesitamos es conocimiento, y como parte esencial de ese conocimiento, aprender a movernos con mayor aceptación y libertad en medio de la ignorancia y la incertidumbre, porque solo así podemos sentirnos honestamente motivados hacia el conocimiento.

Nuestra gran trampa consiste en que la mente humana está diseñada para crear sensaciones de control y conocimiento, pues solo así puede sentirse estable y segura, por lo cual busca instintivamente esa seguridad y estabilidad aunque sea de manera ilusoria, inventada, a través de sesgos, apaños y autoengaños varios que reciben el nombre de creencias, ideologías, identidad y cultura. Un difícil y necesario salto evolutivo para la mente humana pasa por el mejor autoconocimiento respecto a todos esos mecanismos, por su vigilancia y deconstrucción. No es posible mantener un compromiso con el conocimiento real cuando fácil y rápidamente te instalas en el conocimiento inventado. Sentir que sabes no es saber. ¿Cómo establecer ese discernimiento? Es preciso que cada ser humano desarrolle una actitud científica, pues la actitud es más importante y sustancial que el método, y es importante aprender a evaluar de manera apropiada y global la eficacia de nuestras acciones individuales y sociales, porque en absoluto los resultados satisfactorios son necesariamente adecuados, ni las experiencias dolorosas son necesariamente perversas.

Juega en nuestra contra la tremenda complejidad creada en nuestra vida tejida de cultura, de velocidad, de fragmentación y de egos. En la gran construcción humana, la sencillez que se requiere para mantener la buena vida de todos se ha vuelto extraordinariamente compleja.