La inteligencia es una facultad operativa fundamentalmente analítica y de orientación corto-placista, la sabiduría supone una conciencia fundamentalmente sintética, sistémica y trascendente respecto a todo lo aparente e inmediato. La inteligencia resuelve problemas de continuo, la sabiduría los anticipa y previene su creación. La inteligencia satisface deseos, la sabiduría atiende a las necesidades. La inteligencia te dirige al éxito, la sabiduría se orienta hacia la felicidad. La inteligencia domina a la naturaleza, la sabiduría te integra adaptativamente en ella. La inteligencia fabrica estados de bienestar, la sabiduría te instala en el bien-ser.

La gran revolución cognitiva que distinguió a los humanos de otros simios provino de nuestra facultad para crear y compartir ficciones, realidades artificiosas que nos unieron y nos empoderaron sobre el mundo natural, separándonos de él. Dado que hace miles de años que la naturaleza ya no rige en nosotros, la cosa se ha vuelto tan complicada como que ya solo puede reconducirnos nuestra propia conciencia y conocimiento, en el marco de las leyes naturales fundamentales que nos resultan inexorables. La segunda gran revolución cognitiva que podría prevenir nuestra autodestrucción o profundo deterioro como especie no alude, como muchos pronostican, a la inteligencia artificial, sino al surgimiento generalizado de la sabiduría, de la facultad para usar libre y adaptativamente nuestras construcciones ficticias y artificiosas en términos de volver a armonizarnos con las leyes básicas del mundo natural. Porque la sabiduría es el uso verdaderamente inteligente de la inteligencia, una meta-inteligencia.